miércoles, 21 de noviembre de 2007

Burning kisses, sad love

Y sí, reconozco que me enamoré del hombre más lindo, inteligente y mejor amante que he conocido en mi corta vida. Reconozco que, mentalmente, soy su esclava, su mujer, su hembra y su todo, y que no dejo de pensar en él, aun cuando él solo se acuerde de mí cuando tiene tiempo... o busca los brazos cálidos de la única tonta que corre a cobijarlo. Me duele el alma saber que esto acabará cuando él se aburra de mí, porque cometí el error más estúpido: me enamoré, aun cuando me pidió que no lo hiciera, pero como uno no manda al corazón, me tomé sus palabras en la intimidad de forma tan realista, que caí en sus brazos tejidos de telas de araña. Lo malo es que fácilmente se rompen y siento que la espada de Damocles pende sobre mi cabeza peligrosamente, recordándome día a día que un dolor inminente sentirá mi corazón cuando su cuerpo, lindo cuerpo, se aburra de mí, y me deje tirada como trapo viejo. Me niego a esto, pero es el fin de toda mujer: por muy independientes que seamos, ustedes hombres tienen la clave para herirnos... EL desamor, el abandono.


Y mientras hablo contigo, me dices que debiera pedir amor. ¿Es que acaso el amor se pide, como el mendigo implora por un pedazo de pan? No me hagas llorar, maldito insano y bastardo, mira que debieras dármelo sin condiciones, sin pedidos ni demandas...

Pero ¿sabes? me encantan tus mentiras, después de todo. Tienes esa capacidad de tentarme aun cuando sepa que me buscas por el buen sexo, la rica atmósfera y tus ganas de saciar en alguien tu hambre animal. Cómeme no más, mira que si es la única forma de tenerte, te tendré. Mientras no me dejes del todo, ténme cuando quieras y sin miramientos.

Adiós orgullo mío,adiós.