lunes, 14 de enero de 2008

oda al 2008




Antes de pensar que te venías, ya estabas en mi, oh 2008.


Antes de pensar en lo que haría, ya lo estaba haciendo


Antes de pensar en cómo seguiría amando, ya estaba entregandolo todo...


2008, espero que no seas tan turbulento ni egoísta como tu antecesor,


espero que me des calma y estabilidad como ya muerto y olvidado 2006,


y espero que no me mates, como en el 2001....




He aquí una nueva historia que, desgraciadamente, no me sucedió:






Día fatal para mí. El suelo ha sido últimamente mi más fiel amigo, ya que me he caído demasiadas veces durante esta semana. Primera cáida en el trabajo, tras flirtear con un adorable turista francés que, al parecer, desistió de invitarme a salir luego de ver como caía penosamente en la terraza de mi trabajo. Por ende, me gané un precioso moretón que ha mutado a las formas más irracionales. Lo acabo de mirar, y parece una flor del paraíso. Lo malo que mi pierna no luce tan lozana como para merecer semejante adorno.
Segunda y estrepitosa caída: martes en el gimnasio. Mientras practicaba artes marciales junto al chico más lindo y le demostraba que así como en este deporte pegaba duro en la cama era más salvaje aun, me derrumbé estrepitosamente al suelo, porducto de una lesión en mi rótula. No me pude levantar por un buen par de horas, hasta que mis padres vinieron por mi. Con la humillación en la cartera y mi dolor en la pierna, me fui a casa a descansar y saturarme de hielo. Al otro día llamé a mi novio y programamos una cita a la clínica afiliada a mi empresa. Llegamos por la tarde, luego de trabajar como santa y devota, y tuvimos que esperar un buen rato antes de ser atendida. Claro está que la espera no fue tan mala: nos fuimos a un rinconcito de la sala de espera y nos besamos rica y cachondamente con mi novio, además de las correspondientes tocadas evasivas a nuestros cuerpos en llamas. "Catalina Orlov", dijo la enfermera, quien me asignó al box de atención. Esperando en la camilla y escuchando las atrocidades de los accidentados, llegó un doctor que apenas me miró en un comienzo. Observó la radiografía con la conciencia absoluta de quien sabe su trabajo y preguntó: ¿Cómo te lesionaste? Muda me quedé, puesto que era demasiado atractivo como para perder el tiempo en palabras idiotas. Al no recibir respuestas, volteó y nos miramos seductoramente. Pero más que eso, fue una invitación ardiente a devorarnos en la camilla del box. Pese a mi dolor, lo atraje con mis tobillos y lo dejé justo entre mis piernas abiertas y cálidas, tapadas únicamente con una inocente falda. Puse mis brazos en su cuello y lo besé de la forma más caliente que encontré, y con ello, le dije cuánto deseaba que me follara… Y sus manos recorrieron con placer lujurioso mis nalgas, mis muslos y mis senos, asi, con pasión, con deseo contenido por la espera de la cita médica y el desenfreno…. Mi novio esperaba afuera, pero no me importó; en ese momento sentía con deleite la dureza de su miembro, buscando como entrar en mí. Con manos expertas, bajé su cremallera, y no pude aguantarme la tentación por lo que vi: su verga dura y húmeda, me llamaba a chuparla sin misericordia. Bajé de la camilla y me la comí, lamiéndola, succionándola, tomándola entre mis dos manos, y cuando lo tenía casi listo, lo obligué a que me lo metiera duro y profundo, tomando con sus suaves manos mis caderas. Yo reprimía los grititos de calentura, y lo mordía en los hombros para que nadie notara la follada del box. Y se fue. Reventó su verga en mi interior y fue justo cuando yo también me iba…. Subió su cierre, y fue a buscar a mi novio, para decirle que todo iba bien, que había realizado ciertos masajes de relajación. Yo, aun jadeaba, y me acomodaba la falda, mientras mi novio preocupado arreglaba mis cosas para irnos a mi casa…. ¿ Los masajes? Aun vibran en mi clitoris…

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